Así
como en la Naturaleza los sistemas de organización determinan el crecimiento y
la estructura de la materia animada e inanimada, también la actividad humana se
ha distinguido desde épocas muy remotas por la tendencia al orden.
Pitágoras
(580-500 a.C.) enseñó que las figuras geométricas sencillas con las medidas
expresadas en números simples, representan el secreto íntimo de la Naturaleza.
Se puede ver en un panal de abejas, por ejemplo.
Los
griegos encontraron las relaciones de la sección áurea y demostraron que las
mismas se encuentran en las proporciones del cuerpo humano.
Los
artistas del renacimiento reconocieron en la medida y en las proporciones los
principios de sus composiciones. Durero estudió las obras matemáticamente
concebidas de los artistas de entonces. Filósofos, arquitectos y artistas,
desde Pitágoras, Vitruvio, Durero, hasta Le Corbusier, nos dejaron teorías
sobre la proporción. Vitruvio en “Los 10 Libros de
la Arquitectura”, determinó el canon de las proporciones
del hombre.
Todas
las culturas elevadas, los egipcios, los griegos, los romanos, los indios, han
construido y consiguientemente medido. Disponían de herramientas que están
vinculadas al ser humano: dedo, pulgar, pie, palma. Partes fundamentales del
cuerpo humano, apropiadas para servir de auxiliares en la medición de aquello
que había que construir.
El
“modulor” de Le Corbusier es
una medida basada en la matemática y en las proporciones del cuerpo humano. “La
auténtica clave de la vida es el orden”.
Además
de la arquitectura, encontramos sistemas de medición de la escritura, la
tipografía, la música, las artes plásticas, la ordenación urbana. Cada
disciplina tiene sistemas propios basados en las formas geométricas y la
matemática, donde la retícula, de diversas características, tiene un papel
fundamental.
El
desarrollo de sistemas de ordenación en la comunicación visual comienza en los
años veinte en Alemania, Holanda, la Unión Soviética, Checoslovaquia y Suiza,
en los ámbitos de la tipografía, el diseño gráfico y la fotografía, con
trabajos de concepción objetivada y de rigurosa composición.
La
retícula, como principio de organización tal como lo conocemos hoy, no había
sido descubierta aún. Pero ya existía la tendencia a la máxima ordenación
posible y a la economía en la aplicación de los medios tipográficos. El sistema
reticular así planteado se desarrolló y se aplicó en un principio en Suiza,
después de la segunda guerra mundial. En la segunda mitad de los años cuarenta
aparecieron los primeros materiales impresos configurados con la retícula,
donde se apreciaba una rigurosa concepción del texto y de las imágenes, una
pauta unitaria para todas las páginas y una orientación objetiva en la
presentación del tema.
Modulor de Le Corbusier |
Las proporciones del hombre, Vitruvio |
La retícula tipográfica
Con
la retícula, una superficie bidimensional o un espacio tridimensional se
subdivide en campos o espacios más reducidos a modo de reja. Estos pueden tener
las mismas dimensiones o no. La altura de los campos corresponde a un número
determinado de líneas de texto, su anchura es idéntica a la suma de las
columnas. Las dimensiones de altura y anchura se indican con medidas
tipográficas: picas y puntos.
Los
campos y las columnas se separan unos de otros por medio de espacios
intermedios (calles), con la función de que las imágenes no se toquen y
conservar la legibilidad, o colocar leyendas bajo las ilustraciones. Con esta
parcelación en campos reticulares pueden ordenarse mejor los elementos de la
configuración: tipografía, fotografía, ilustración, etcétera. Estos elementos se
ajustan a la dimensión de los campos reticulares, adaptándose exactamente a su
magnitud. La ilustración más pequeña corresponde al campo reticular más
pequeño. Así se obtiene unidad en la presentación de las informaciones
visuales.
La
retícula determina las dimensiones constantes de las cotas y el espacio. El
número de divisiones reticulares es prácticamente ilimitado. Puede establecerse
que, a cada problema estudiado con rigor, debiera corresponder una red de
divisiones específica.
Como
sistema de organización, la retícula facilita al creador la organización
significativa de una superficie o de un espacio. El sistema de ordenación
requiere una puesta en claro y un análisis de la tarea planeada. Impulsa el
modo de pensar analítico, la fundamentación lógica y objetiva de la solución a
los problemas.
La
subordinación de los elementos visuales al sistema reticular produce la
impresión de armonía global, de transparencia, claridad y orden configurador.
El orden de la configuración favorece a la credibilidad de la información y
otorga confianza. Una retícula adecuada en la configuración visual posibilita:
-
La disposición sistemática y lógica del material del texto y de las ilustraciones.
-
La disposición de textos o ilustraciones de un modo compacto con su propio
ritmo.
-
La disposición de material visual de modo que sea fácilmente inteligible y
estructurado con un alto grado de interés.
El
empleo de la retícula como sistema de ordenación constituye la expresión de
cierta actitud mental en que el diseñador concibe su trabajo de forma
constructiva. La configuración constructivista significa la transformación de
leyes configuradoras en soluciones prácticas.
Existen
diferentes motivos para utilizar la retícula como auxiliar en la organización
del texto y las imágenes:
-
Motivos económicos: un problema puede resolverse en menos
tiempo y con menos costes.
-
Motivos racionales: es posible resolver tantos problemas aislados
como complejos con un
estilo unitario y característico.
Tipos
de letra
El
conocimiento de las cualidades de un tipo de letra es de la mayor importancia
de cara a los efectos funcionales, estéticos y psicológicos del material
impreso.
Hay
que tener en cuenta que los tipos tienen apariencias diferentes según el papel
que se va a utilizar para la impresión. También se debe contemplar la
configuración tipográfica, esto es, los espacios adecuados entre letras,
palabras y líneas, y la longitud de las líneas de texto que favorezcan la
legibilidad.
Ancho
de columna
El
ancho de la columna no es sólo cuestión de diseño o de formato: también es
importante plantear el problema de la legibilidad. Un texto debe leerse con
facilidad y agrado. Esto depende del tamaño de los tipos de letra, de la
longitud de las líneas y del interlineado entre éstas.
El
material impreso en formato normal se lee habitualmente a una distancia de
30-35 cm, en forma perpendicular a los ojos. El tamaño de los tipos debe
calcularse para esa distancia. Letras muy grandes o muy pequeñas se leen con
esfuerzo.
El
ancho de columna adecuado crea las condiciones para un ritmo regular y
agradable, que posibilita una lectura distendida y pendiente del contenido.
Para determinar un ancho de columna normal, deben establecerse entre 7 y 10
palabras por línea (aproximadamente entre 35 y 70 caracteres).
Al
igual que las líneas demasiado largas, las demasiado cortas también fatigan. El
ojo siente las líneas largas como algo pesado, porque hay que emplear demasiada
energía en mantener la línea horizontal a gran distancia del ojo; en la línea
demasiado corta, el ojo es obligado con mucha rapidez a cambiar de línea. Son
perturbadoras porque interrumpen el flujo de la lectura.
Por
supuesto que todo esto no es válido para títulos y subtítulos, que tienen por
función llamar la atención. Deben obligar al ojo del lector a leer su mensaje.
Es frecuente que los titulares se ajusten a varias columnas. También se da el
caso contrario cuando hay que poner leyendas con tipos pequeños en columnas
anchas.
El
interlineado
Para
que la página impresa en su conjunto dé la impresión de ser abierta y ligera se
debe establecer el interlineado y el espacio entre las letras. Las
líneas demasiado próximas entre sí perjudican la velocidad de lectura puesto
que entran al mismo tiempo en el campo óptico el renglón superior y el
inferior. El ojo no es capaz de ajustarse a las líneas muy apretadas con una
precisión tal que sólo se lea la línea en cuestión y no se lean las inmediaciones.
La vista se desvía y el lector se cansa. Lo mismo puede decirse del
interlineado excesivo. Al lector le cuesta encontrar la unión con la línea
siguiente.
Un
buen interlineado puede conducir ópticamente al ojo de línea en línea, le
presta apoyo y seguridad, el ritmo de lectura se puede estabilizar rápidamente,
lo leído se recibe y se conserva en la memoria más fácilmente.
La
magnitud del interlineado determina el número de líneas que entrarán en la
página impresa. Cuanto mayor sea la interlínea, menor número de líneas podrá
ponerse en la caja tipográfica. Los textos largos no sólo deberán tener un
interlineado relativamente grande, también deben tener señalados los párrafos.
Un nuevo párrafo del texto puede señalarse ópticamente mediante una línea en
blanco que le anteceda, mediante una primera línea entrada, mediante una letra
capital o versalita.
Proporciones
de los blancos
Las
mancha queda siempre rodeada de una zona de blancos. De un lado por motivos
técnicos: el corte de las páginas varía normalmente entre 1 y 3 mm, a veces
hasta 5 mm. Así se evita que el texto quede cortado. Por otro lado por motivos
estéticos: unos blancos bien proporcionados pueden acrecentar
extraordinariamente el goce de leer.
Todos los trabajos bibliográficos célebres de siglos
pasados presentan proporciones de los blancos cuidadosamente calculados, bien
mediante la sección áurea o con otra relación matemática.
Se
recomienda no reducir demasiado el blanco de los márgenes, de modo que un corte
impreciso de las páginas no provoque una impresión óptica negativa.
Cuando
la zona marginal es pequeña, en seguida se advierte un eventual corte impreciso
de la página. Cuanto mayor sea el blanco tanto menos podrá afectar a la
impresión global de una página bien configurada una imprecisión técnica, con
las que siempre, en mayor o menor medida, hay que contar.
Otro
problema que resulta de proporciones funcionalmente inadecuadas de los blancos
es que, si son muy pequeños, el lector siente que la página está saturada y
reacciona negativamente al ver que sus dedos, al tomar el libro o revista,
tapan el texto o las ilustraciones.
Folio
La
colocación del número de página debe ser satisfactorio desde los puntos de
vista funcional y estético. En principio puede estar arriba, abajo, a la
derecha o a la izquierda de la mancha.
La
posición de la mancha dentro de la página y el ancho de los márgenes determinan
la posible situación del número de página. Desde un punto de vista psicológico,
el número de página situado en la mitad de la misma causa el efecto de algo
estático; el situado en el margen de corte, de algo dinámico por dos motivos:
ópticamente salta fuera de la página, por el otro, al pasar las páginas es
sentido como peso óptico en el margen, lo que intuitivamente acelera el ritmo
de pasar las hojas.
Si
el número de página se halla debajo o encima de la mancha su distancia respecto
a la misma corresponde a una o más líneas vacías. Si se pone a la izquierda o a
la derecha, la distancia será igual a las calles. El folio puede ser numérico,
explicativo o ambos.
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